En un escenario marcado por la pobreza y la desesperación, Giselda se encuentra en una encrucijada moral. Su hermano menor necesita urgentemente una operación que su familia no puede costear. Sin opciones y consciente de que su única alternativa puede costarle su dignidad, Giselda decide ofrecer su pureza al apuesto Conde de Lyndhurst, quien está en proceso de recuperación tras las heridas sufridas en la Batalla de Waterloo.